Una mesa para 10 personas. Alta, precisa y en la terraza del restaurante que da la bienbebida en el Boulevard Lastarria, un coqueto paseo que concentra mesas, tiendas e intimidad pública, en uno de los barrios más hot de la ciudad. Una especie de primera fila en un desfile, algo camuflada y estupendamente servida. Es la Mesa de la Amistad, el sitio para despeinarse tomando y comiendo entre amigos que inauguró el Nolita Lastarria, para hacer todavía más efervescente este verano.
- TXT: Raquel Telias
- IMG: Moira Muñoz
Si vas con amigos, si quieres hacerlos o si tal vez sólo quieres mirar y entretenerte con la urbe pululante. Todo tiene asiento en esta mesa especial, llamada la Mesa de la Amistad, porque invita a eso: a estar juntos, revolverla, brindar, gozar al aire libre, meter el ruido que quieras. Chasconearte, en el fondo, como Carlos Toro –uno de los dueños de los Nolita Lastarria e Isidora Goyenechea–. Porque la propuesta habla, una vez más, de la fascinación por celebrar en la mesa y la sobremesa que tienen sus dueños. Carlos y su hermano Pancho –el chef de TV ahora yogui, pero con sartén en la mano– siempre han puesto eso en sus restaurantes, mirando aquí y allá el cómo sorprender y estar al día para sus comensales.
Entonces la mesa grande venía perfecto. Presente en muchos restaurantes, plantea el salir en grupo o formar uno con desconocidos. Claro que, bajo la lupa Toro, se resuelve como un juntos pero no revueltos, poniendo a lo largo de esta mesa, alta y de madera, una especie de separador transparente y bonito para dividir, si no te animas al mix. Atinado y hasta voyeur, como una buena noche veraniega puede ser. ¿Qué tomamos? La respuesta es larga como la mesa. A los Nolita les gusta diferenciarse, encantar y estar al día. Lo hacen desde que empezaron hace 12 años con esta propuesta ítalogringa e incluso antes, con el desaparecido A Pinch of Pancho, templos de calidad y hermandad. Les gusta lo bueno. Y quien llega a sus mesas es recibido con esa permanente copa de espumante –a perfecta temperatura– y hasta con un Spritz. Sin ir más lejos, fueron los primeros en ofrecerlo.
Atinado y hasta voyeur, como una buena noche veraniega puede ser.
Ahora el Moscow Mule está en llamas. Y el Nolita lo tiene hace rato. Lo celebra en distintas versiones, respetando la receta original de vodka y ginger beer, agregando pomelo, naranja, limón, flor de saúco, maracuyá o mango, cubos de hielo y hojas de menta, en la tradicional taza de cobre que refresca y da estilo a la velada. De hecho, basta con caminar por Lastarria para saber que ahí está el templo del trago, con vitrina especial, soldados de madera y el Moscow en neón. ¿Te lo vas a perder? Y hay harto más. Tienen varios espumantes en el del centro, más de 20 etiquetas en el de Isidora. Ahora, más coctelería con pisco que traspasa el querido sour, para alocarse con Pistón, Pillín, Piscola, Hugo y el nuevo Tricahue, con pisco de 40°, Araucano, jugo de limón, jengibre, menta y rodaja de naranja con mucho hielo. La textual receta que no permite una sola copa.
¿Y qué comemos? Sus canapés, sí o sí. Uno de sus sellos, junto con el tártaro de carne, son los imperdibles locos con mayo –por lejos los mejores de la ciudad– y las pastas. En las tablas de canapés [sí, somos adictos], bocados de centolla, tártaro, mechada, camarón y salmón en generosa montañita. También sus burratas para compartir y otros asomos que hacen de la tarde un festejo atornillado a la mesa. Ahí está. Bien puesta, mejor ubicada y esperando a que la disfrutes y te chasconees.
Fotos chasconas de platos y cocktails del Nolita Lastarria en jigger a papel